Recomendaciones de Descubrir el Arte:
No sabemos si por casualidad o tétrica premeditación, Caixafórum Madrid ha conseguido reunir en sus salas a dos de los artistas más retorcidos y ciertamente incomprendidos en su época por su capacidad de alterar la realidad y crear un mundo propio, fuertemente onírico pero basado en el equilibrio clásico renacentista. William Blake se une a Piranesi con una muestra de sus apasionadas escenas que mezclan mito, religión e invención con una buena carga de romanticismo. Con esta presentación parece que ya está bien planteado el calendario expositivo para este verano (pocas sorpresas nos encontraremos a partir de ahora, al menos en lo que a inauguraciones se refiere) y la oferta que tenemos delante no podía ser más rica y variada.
La colección de obras que CaixaForum trae a Madrid tiene la contundencia suficiente como para ofrecer un retrato completo de las obsesiones íntimas de Blake. La mayor de ellas giraban en torno a la religión, y cómo ésta se relaciona con la libre voluntad del ser humano. No olvidemos que el artista convivió, en el siglo XVIII, con las corrientes depensamiento ilustrado; Su relación con el empirismo fue especialmente compleja, por considerar que el dominio excesivo de la razón podía llegar a ser opresivo. No es de extrañar, dada su tendencia a la evasión pictórica y a la fantasía. Creó todo un universo mitológico propio, basado en el imaginario cristiano pero con ensoñaciones y criaturas surgidas de la libertad de su mente alterada. (ver William Blake, romanticismo visionario)
Comunes intereses unieron al pintor Bartolomé Esteban Murillo y al canónigo Justino de Neve, uno de los grandes protagonistas de la vida eclesiática sevillana de mediados el siglo XVII, fundador de varias de las instituciones caritativas más destacadas de la ciudad. Murillo era ya, en 1655, el pintor más prestigioso de Sevilla. Organizada en colaboración con la Fundación Focus-Abengoa de Sevilla y la Dulwich Picture Gallery de Londres, próximas paradas de la exposición tras su cierre en el museo madrileño -en octubre y febrero, respectivamente-, reúne un conjunto de obras que raramente pueden verse juntas, dado que corrieron diversas suertes hasta acabar muchas de ellas integradas en colecciones particulares no expuestas al público. (ver Murillo regresa a casa)
La sed de altura ha sido, desde antiguo, una constante del ser humano. Desafío técnico por antonomasia, el rascacielos es además un emblema de poder de sus promotores y un referente de la transformación social y económica de las civilizaciones. Esta exposición repasa en Barcelona el mito de la construcción de torres desde Mesopotamia hasta el día de hoy. En la revista (número 161, julio) podéis encontrar un fascinante reportaje sobre el tema, a cargo de Mercedes Peláez.
Aunque la publicidad hunde sus raíces varios siglos atrás, el desarrollo del cartel moderno ilustrado está ligado a las grandes ciudades industriales. El epicentro del fenómeno tiene lugar en París, centro cultural del mundo a mediados del siglo XIX. Artistas como Jules Chéret y Toulouse-Lautrec realizan trabajos publicitarios de bajo rango desde el punto de vista del prestigio académico pero que, paradójicamente, acaban convirtiéndose en sus imágenes más reconocidas. Los movimientos de vanguardia también se encuentran representados con personalidades muy destacadas como Vladimir Lébedev, Alexandr Ródchenko, Gustav Klucis, Man Ray o Fortunato Depero.
Investigar las propias colecciones y divulgar los nuevos hallazgos: ésas son dos de las funciones esenciales del museo moderno y eso es lo que ha hecho el Museo del Prado con el arte último del gran pintor y arquitecto renacentista italiano Rafael (Urbino, Roma 1483-Roma, 1520). La muestra, la primera dedicada a los años finales de Rafael y que está compuesta por un importante conjunto de obras: 40 pinturas, cerca de 30 dibujos, un tapiz y un candelabro Borghese, pretende cumplir con un triple objetivo: ordenar cronológicamente la obra del artista, indagar en su prolífica variedad de estilos e investigar el papel de su taller en la producción de sus cuadros, especialmente en el caso de sus discípulos más cercanos, Giulio Pippi y Giovanno Francesco Penni. (Ver El Museo del Prado investiga el genio maduro de Rafael)
Esta ambiciosa muestra supone un repaso cronológico y temático a la obra de Hopper, con sesenta trabajos que incluyen las conocidas obras del pintor que conserva el museo madrileño, como “Habitación de hotel” (1931). Sus cuadros, grabados en el subconsciente colectivo, son verdaderos iconos de la vida moderna americana de la primera mitad del siglo XX. Su extraordinario talento para dar carta de epopeya a los asuntos cotidianos y transmitir sentimientos tan sutiles como la melancolía hacen de su obra una crónica pictórica, con sus luces y sus sombras, de ese American way of life a la medida de la que, con palabras, inmortalizaron contemporáneos como Faulkner y Scott Fitzgerald.(VerHopper: la quiebra de su coraza)
El maestro de Fuendetodos trazó con el buril los grabados originales -llamados “de invención”- más famosos de la historia de la pintura: Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra, La Tauromaquia y Los Disparates. El Museo de Bellas Artes de Bilbao muestra las cuatro series completas desde hoy hasta el 23 de septiembre. Las tiradas corresponden a impresiones tempranas: Primera edición (los Desastres, una parte de los Disparates), cuarta (La Tauromaquia) y quinta (Los Caprichos). (Ver La brutal mirada de Goya)
La XV edición del Festival Internacional de Fotografía y Artes Visuales explora la paradoja de la confusión entre los fenómenos culturales locales y universales, en el caos del arte globalizado. La imagen fotográfica será explorada en todas sus formas, implicaciones e iconos. (ver PHotoEspaña empieza a disparar)
La exposición del artista británico ha levantado ampollas en el mundo de arte, al subvertir la tradicional consideración de pintura, puesto que se trata de imágenes electrónicas ensambladas visualmente, como si de un lienzo se tratara. Es lo que el artista ha bautizado como pintura electrónica, de potente cromatismo y atractivo mediático. Con esta muestra, que se pudo ver antes en la Royal Academy de Londres, el debate está servido. (Ver David Hockney, de la tela al píxel)
El enigmático universo de las prisiones del genial grabador Giambattista Piranesi, a medio camino entre lo real y lo imaginado, cobra vida literalmente en esta exposición, que reconstruye, por medio de tecnologías 3D y de la recreación de algunas piezas y estructuras arquitectónicas, los escenarios carcelarios del siglo XVIII del artista italiano. Todo para acompañar al verdadero quid de la cuestión: la feliz reunión de 300 de los grabados de Piranesi, en los que confluyen magistralmente las facetas del autor como arquitecto, ingeniero, vedutista, diseñador y anticuario. (Ver La materia imposible de Piranesi)